Gatos

Si los gatos tienen siete vidas, ser un gato suicida debe ser muy jodido.

Secuela

Una secuela es la segunda parte de una película o una novela.
Y también lo que se grita cuando se te cae el móvil en la taza del váter.

Chiste viejo

(Transcripción de un viejo chiste en la consulta del ginecólogo)

Mi mujer y yo queremos tener condescendencia y no podemos. O yo soy omnipotente o ella es histérica. Yo creo que es ella porque le diagnosticaron la vajilla rota y la emperatriz subida. También está operada de la basílica balear, pero no sé si eso tendrá que ver. Nos han hecho coreografías y no sale nada. Y hacemos vida marítima, todos los días hacemos el cojito. Pero ya te digo que creo que ella es frigorífica y por eso no llega al orégano.

Reto de hoy

Reto de hoy: entra en una farmacia donde haya alguna señora, pide cien condones y cuando la señora sonría irónicamente, te giras lentamente a mirarla, y sin apartar tus ojos de ella dices: que sean ciento uno.

Cuenca

-Es bonita tu habitación. No sabía que eras de Cuenca. ¡Cuántas fotos de Cuenca! ¿Y eso?

-Tú ponte cómoda.

Tengo que preguntarte algo

Siempre que una mujer me dice “tengo que preguntarte algo”, espero que sea ¿te gusta como me quedan las ingles brasileñas? Pero, no, eso nunca pasa.

La metamorfosis de don José Cayetano Cuesta

Un lunes a las ocho de la mañana don José Cayetano Cuesta fue al ministerio con la intención de hablar directamente con el ministro. Don José Cayetano Cuesta había sido siempre un ciudadano ejemplar, destacado miembro de varias asociaciones culturales y agrupaciones vecinales, seguidor obediente de las normas sociales. En información le indicaron que debía subir hasta el sexto piso. Don José Cayetano Cuesta obedeció y siguió como siempre las normas, lo que le condujo a una recepción atestada de gente que iba y venía de manera esquizofrénica. Allí, una señorita muy amable le dijo que el señor ministro no estaba, que volviera mañana. Don José Cayetano Cuesta obedeció y siguió como siempre las normas. El martes a las ocho de la mañana Don José Cayetano Cuesta llegó al ministerio y subió directamente al sexto piso. La amable señorita le informó de que el señor ministro estaba en una reunión, por lo que no podría atenderle, sugiriéndole regresara otro día. Don José Cayetano Cuesta obedeció y siguió como siempre las normas. El miércoles a las ocho de la mañana Don José Cayetano Cuesta, una vez en la recepción, se enteró por boca de la amable señorita de que el señor ministro había salido de viaje. Don José Cayetano Cuesta obedeció y siguió como siempre las normas. El jueves a las ocho de la mañana la amable señorita del sexto piso informó a don José Cayetano Cuesta de que el ministro sí estaba pero muy ocupado. Don José Cayetano Cuesta obedeció y siguió como siempre las normas, así que preguntó si podía esperar. La amable señorita le advirtió de que el señor ministro podría tardar. No importaba, don José Cayetano Cuesta no iba a volver, iba a esperarlo. Pasaron las horas y don José Cayetano Cuesta seguía allí sentado, donde le indicó la amable señorita, junto a una frondosa planta. Nadie lo miró en ningún momento, parecía transparente, invisible. Y pasó el tiempo. Don José Cayetano Cuesta perdió la cuenta de los días, allí en el banquito era difícil saber si era lunes o jueves, porque todo era igual a la jornada anterior y a la siguiente. La única diferencia era la planta, que crecía despreocupadamente. Un día don José Cayetano Cuesta vio al señor ministro entrar en el despacho y quiso levantarse pero no pudo. Creyó que era una especie de entumecimiento total, ya que no sólo no podía alzarse, sino que no era capaz de despegar las manos del regazo ni los pies del suelo. Desde las manos de don José Cayetano Cuesta salían pequeñas raíces que se incrustaban en el pantalón, fundiéndose con la tela. Otras aparecían en sus zapatos rotos y se adherían con firmeza al suelo; algunas, las más finas, habían comenzado a meterse entre los resquicios de los azulejos. Don José Cayetano Cuesta quiso quejarse, no entendía qué le pasada, a él que había seguido siempre obedientemente las normas. Don José Cayetano Cuesta quiso gritar, pero no pudo despegar lo labios. Algunos días después, sus manos eran parte del pantalón y ni siquiera él hubiera podido reconocer alguna forma en lo que antes eran dedos. Pero ya no le importaba. Seguía esperando, pero ya no al ministro, ni siquiera recordaba el motivo de la espera. Ahora esperaba otra cosa, pero mucho más ansioso que antes, anhelaba los días en que las normas marcaban que tocaba regar. La amable señorita de la recepción, que siembre había obedecido y seguido las normas, cogió la baja, tenía la extraña sensación de que la observaban.
Publicado en Castelló al mes, 2013.

Reencarnación

Yo creo en la reencarnación. La de las uñas de los pies. Esas si que se encarnan.

A tontas y a locas.

-Yo no soy de esos. No me gusta ir por ahí fornicando a tontas y a locas.

-¿Lo has probado con inteligentes y cuerdas?

Perdonar

Perdonar es cristiano, incluso divino.
Pero mandar a la mierda es sensacional.

Maletas

¿Por qué en un aeropuerto tu maleta nunca sale entre las cinco primeras? Es más, nadie coge ninguna de las cinco primeras maletas que salen en la cinta. Yo creo que las ponen los del aeropuerto, pero no sé aún con qué finalidad.

Desilusiones

Nunca he criado un Pokemon, ni he recibido una carta de Hogwarts, ni he sido jinete de un dragón, ni he llegado a convertirme en Jedi. Como este año no venga Morfeo y me diga que soy el elegido voy a tener que plantearme seriamente madurar.

Algunas mujeres

Algunas mujeres creen que con una felación a tiempo lo pueden arreglar todo...
Y sí, va a ser verdad.

Cirugías

Hay mujeres que se extirpan las costillas flotantes para que se les marque más la cintura. Pues me parece exagerado, es como si yo me cortara las piernas para que el pene me llegara al suelo.

Carreras de futuro

A la mierda los estudios, si quieres forrarte hazte narco. Y si no tienes escrúpulos hazte político.

Interlocutores

Si pudiéramos escuchar lo que se dice treinta segundos después de colgar el teléfono, no tendríamos amigos, ni pareja, ni familia, ni trabajo...

Idiomas

-¿Experiencia laboral?
-Trabajé como repartidor de Telepizza y llegué a entregar quince pizzas en una sóla noche.
-¿Idiomas?

-No, sólo di quince, ¿le parecen pocas?

Perdido en tu mirada

-¿Te has perdido alguna vez?
-Si.
-¿Dónde?
-En tu mirada.
-Guau, ¿en serio?

-No tonta, en la feria cuando tenía cuatro años.

Tenemos que hablar (versión con final feliz)

Es cierto que ya no era joven, que su cabello escaseaba, y que le había crecido una barriguita notable, pero, a pesar de la inercia del tiempo que patina cualquier relación, seguía enamorado de la mujer con la que se casó. Por eso cuando aquella mañana ella le espetó un "tenemos que hablar", se puso nervioso, no dejó de pensar que si ella necesitaba contarle algo importante, era sin duda que se había cansado de él. Y claro, era culpa suya, por no cuidar de las cosas, por dejar pasar el tiempo pensando que la seguridad de su compañía sería eterna. Volvió deprimido del trabajo, y al sentarse a la mesa a comer, ella, sin más preámbulos, y tal como él se lo había imaginado, le dijo que había conocido otra persona. Él se quedó mirando fijamente el plato de sopa, sin atreverse a levantar la cabeza, a enfrentarse a ella, intentando no pensar en lo que significaban aquellas palabras. Ella alzó la voz para preguntarle: -¿me me estás escuchando? Él siguió sin contestar, sin querer oír. Entonces ella dijo: Préstame atención porque no lo voy a repetir y necesito que me contestes de forma clara: ella se llama Matilde y mi pregunta es si te gustan los tríos.

Cobrar por horas

Un amigo me ha pedido que le escriba un texto para una crítica de arte. Le he preguntado que cuántas palabras necesita, para ver lo que le va a costar, que eso depende de las horas que me cueste parirla, y me ha preguntado ofendido ¿pero me vas a cobrar? Es mi trabajo, le he contestado. ¿Y los años de amistad? Me ha reclamado. A lo que le he dicho que no, que esos no se los voy a cobrar, aunque debería.

Ojos rojos

-Cariño, tienes los ojos rojos.
-Vale, lo confieso, he estado fumando marihuana, soy un drogadicto, perdóname.
-A mi no me engañas, tu has estado viendo Titanic, mariconaso.

Preguntas a un escritor

-¿Tienes muchos libros escritos?

-Muchos, yo todos me los compro escritos, tengo estanterías llenas.

Descripción del asombroso nacimiento de un biólogo

Cuando un monólogo es interrumpido por otra persona que entabla conversación con la primera, nace un biólogo.

Recordando Les Luthiers

-¿Es usted pastor?
- Sí, de ovejas.
-¿Cuántas cabezas?
-Una por oveja.
-No me ha entendido, quiero decir ¿cuántas ovejas tiene?
-Una por cabeza. Es broma, tengo cien.
-¿Y las cría para lana?

-Cincuenta y cinco para lana y cuarenta y cinco poliéster.

Conversación en la romería del Salvador

-Yo peco, peco mucho, pero no me arrepiento, por más que lo intento no logro arrepentirme.

-Hazte católico. Tarde o temprano te arrepentirás.

Ragatanga

-Soy el exorcista.
-Gracias por venir, mi hija está poseída por el ritmo ragatanga.
-¿Y la goza?
-Y la baila.

-Dios, si que es grave. Un caso complicado.

Enemigos

Querido enemigo mio, si tienes algún problema conmigo te agradecería que actuásemos de manera racional, por favor, escríbelo en un papel, lo encierras en un sobre, lo doblas y luego ya te lo puedes meter por donde tu sabes.

Accidente de avión

Si muero en un accidente de avión me gustaría que no viajase conmigo nadie famoso. No me gustaría que en las noticias dijeran: accidente de avión, muere Julio Iglesias y doscientos pasajeros más. Joder, si me muero, por una vez quiero ser el protagonista, o al menos tan importante como el resto de difuntos.

Post

Siempre que veo un buen post me digo. ¿cómo no se me ha ocurrido antes a mi?. ¡Qué frustración! Luego lo plagio y ya se me pasa.

Consejo de hoy

Mi consejo de hoy: si alguien te odia sin razón, no seas mala persona, dale razones, hombre, que uno se arrepiente más veces de ser buena persona que de ser un hijo de puta.