Sexi


Si, viajando en un transporte público, notas la presencia táctil de alguien a quien no se le requirió tales devaneos, no creas que te has vuelto sexi, probablemente es que el número de pasajeros excede lo razonable.

Morir de amor


Es increíble morir de amor por alguien, pero lo es más el dejarse matar por ese amor.

Aforismo de la crisis


Cuando las cosas desaparecen es para dar paso a otras, por ello no debes apegarte a nada, no debes obsesionarte, solo así te libraras del sufrimiento aunque sea por un momento.

La guerra del amor


En la guerra del amor puedes perder muchas cosas, entre ellas, la razón, el tiempo, el dinero y sobre todo, la virginidad (de tus sentimientos también).

Inquietud aritmética


Mañana se supone que es el cumpleaños de Jesús-Dios. El misterio de la Santísima Trinidad siempre me ha suscitado cierta inquietud aritmética: Si Dios es uno. ¿Cuánto son Dios más Dios?. ¿Quiuatro?.

Cielo e infierno

El Paraíso lo prefiero por el clima, que no me gusta el calor agobiante del verano. ahora bien, el Infierno lo prefiero por la compañía.

Amigos y enemigos

Estos días estoy comprobando que los amigos van y vienen, pero los enemigos se acumulan.

La veo en sueños


Desde que me miró, la veo hasta en los sueños.

El oftalmólogo confirmó que, en efecto, su rostro es un holograma en mis pupilas y quiere llevar mi caso a un congreso.

La diferencia. Microrrelato publicado en Relatos para Malala, de la editorial ACEN e Isonomía


Él pertenecía a una raza de hombres firmemente decidida a volver a poner a la gente en su sitio. Él era un hombre masculino. Admiraba a tíos del tipo de Arnold Schwartzenegger, Bruno Lomas, John Wayne, Atila, Barrionuevo, Clint Eastwood, Keith Richards o Margaret Teacher. A él le gustaba el olor a napalm en la selva al amanecer como a Robert Duvall en Apocalypse Now.
Él era un hombre masculino y en su jeta lucía una marca de cuchillada y una tirita en la ceja (único sitio donde un hombre masculino puede llevar una tirita). Tenía el cuerpo tatuado y daba la impresión de haberlo hecho él mismo, con una mano temblorosa, una vieja navaja mellada, una botella de tinta china y los ánimos de todos los viejos colegas a lo largo de un fin de semana de desmadre salvaje.
Pero lo que lo retrataba como miembro de esa raza de valientes y orgullosos seres masculinos, es que, sin ninguna excepción, despreciaba y arrinconaba al cobarde, salvaje, ruin, rastrero y mal nacido engendro injusto de la naturaleza que era capaz de maltratar a una mujer por creer que le pertenece. Y es que él era un hombre masculino porque por encima de todo creía en la mujer femenina, y también en el hombre femenino y en la mujer masculina; creía en el hombre y la mujer sin más; creía en la humanidad. Porque para ser un hombre masculino hay que saber que en la diferencia individual se cimenta la armonía de la igualdad.

El poema

Ayer estaba melancólico y pensé en escribir un poema de amor. Empezaba diciendo:
"Me fui corriendo a refugiar en su seno"
Luego pensé que corriendo y seno eran dos palabras que en una misma frase evocaban otros placeres, y se me pasó la melancolía.

Una oportunidad


Todo lo que pido es una oportunidad para demostrar que el dinero no puede hacerme feliz.

El Dios invisible


La religión ha convencido a la gente de que hay un hombre invisible viviendo en el cielo, que ve todo lo que haces cada minuto de cada día. Y el hombre invisible tiene una lista de diez cosas específicas que él no quiere que hagas, los mandamientos se llaman. Y si haces cualquiera de estas cosas, él te enviará a un lugar especial, donde vivirás para siempre entre el fuego, la tortura y la angustia para que sufras hasta el final de los tiempos. Pero él te quiere. Sí, sí, créetelo, te quiere, él te ama. 
Y necesita dinero.

Al que madruga...


El pájaro que se espabila y llega antes puede conseguir el gusano en la manzana, de lo que se deduce que al que madruga Dios le ayuda. Aunque también es cierto que es el segundo ratón que llega a la ratonera el que consigue el queso, mientras que el madrugador... ¡chaf!

Segundas oportunidades

Si eres de los que al principio no tienen éxito, de los que tienen que esforzarse en perseverar, de los que caen a la primera pero luego se levantan para volverlo a intentar... el paracaidismo no es para ti. 

Sexo con la cuñadita


Yo era feliz. Mi novia y yo habíamos estado saliendo desde hacía más de un año, por lo que decidimos casarnos. Mis padres nos ayudaron en todos los sentidos, mis amigos me animaron, diciéndome que ya estaba bien, que ya era hora, y mi novia era un sueño. Sólo había una cosa que me molestaba: su hermana menor. 
Mi futura cuñada tenía veinte años de edad, vestía ajustadas mini faldas y blusas escotadas. Tenía la costumbre de inclinarse siempre cuando estaba cerca de mí y ofrecerme una agradable vista de sus encantos entre su ropa interior. Yo suponía que su comportamiento era deliberado, pero nunca le había dicho nada a mi novia. Además, nunca lo hacía cuando estaba cerca de otra persona. 
Un día la hermana pequeña me llamó y me pidió que fuera a revisar las invitaciones de boda. Estaba sola cuando llegué. Me susurró que pronto me iba a casar, y me confesó que tenía sentimientos y deseos hacia mí que no podía superar y realmente no quería superar. Me propuso hacerme el amor sólo una vez antes de casarme y entregar mi vida a su hermana. Yo estaba en shock total y no podía decir ni una palabra. Ella dijo: voy a subir a mi habitación, si quieres seguir adelante con esto ven a buscarme, te espero desnuda en mi cama. Me quedé de piedra. Estaba como congelado mientras la veía subir las escaleras. Cuando llegó al descansillo de arriba se bajó las bragas y las tiró por las escaleras hacia mí. Me quedé allí por un momento, luego me volví y me dirigí directamente a la puerta principal. Abrí la puerta y salí de la casa. Me dirigí directamente hacia mi coche. Mi futuro suegro estaba de pie afuera. Con lágrimas en los ojos me abrazó y dijo: estamos muy contentos de que hayas pasado nuestra pequeña prueba. No podría pedir un hombre mejor para nuestra hija. Bienvenido a la familia. 
La moraleja de esta historia es: guarda siempre los condones en el coche.

La sombra del árbol

El árbol no niega su sombra ni al leñador.
Lo que demuestra la nula inteligencia del mundo vegetal.

Envidia

La envidia es una declaración de inferioridad.
(A mi me suena que algo así dijo Napoleón, pero no me hagáis mucho caso)

La anatomía (pruebas empíricas)

Que la anatomía es algo que los hombre tienen pero a las mujeres les queda mejor, está definitivamente demostrado.
Y para muestra un botón:






La anatomía


La anatomía es una cosa que los hombres también tienen, pero que en las mujeres queda mejor.
Por ejemplo, yo como mona lisa, puede que quede mono, pero por mi anatomía sería más bien un mono redondito en lugar de liso.

Aforismo del día de la constitución

Una persona vale más que cualquier bandera.


(A ver si adivináis quién es el del dibujo... sí, soy yo, je, je, je)

Aforismo del águila y la comadreja


El águila puede volar, pero las comadrejas no son absorbidas por los motores a reacción. 
Y que cada cual saque sus conclusiones.

El hombre del lápiz


Publicado en Castelló al mes, diciembre 2012.
Hoy se cumplen cinco años de nuestra relación. Al principio no podía soportarlo, ahora ya estoy acostumbrado. No sé su nombre. Es un tipo de apariencia normal, lleva un traje gris que hace juego con su escaso pelo en las sienes, y tiene una cara bastante común. Lo conocí, como he dicho, hace cinco años, una mañana que hacía mucho calor. Yo estaba sentado en un banco en la plaza, leyendo el periódico. De repente sentí que algo me tocaba la cabeza. Era el mismo hombre que ahora, mientras escribo, me sigue golpeando, mecánicamente y sin inmutarse, con un lápiz.
En esa ocasión me di vuelta lleno de indignación, pero él siguió golpeándome. Le pregunté si estaba loco, pero ni siquiera pareció oírme. Entonces lo amenacé con llamar a la policía. Permaneció imperturbable, fiel a su tarea. Después de unos momentos de indecisión, y viendo que no iba a cambiar su actitud, me puse de pie y le di un puñetazo en la nariz. El hombre cayó al suelo y dejó escapar un gemido casi inaudible. De inmediato se levantó y sin decir una palabra comenzó a golpearme en la cabeza con el lápiz. Su nariz estaba sangrando y, en ese momento, sentí pena por él, remordimiento por haberle golpeado con tanta fuerza. Después de todo, el hombre no me daba de forma contundente, se limitaba a golpearme ligeramente con su lápiz, sin causarme demasiado daño. Por supuesto que era molesto, como cuando una mosca se te posa en la frente, que no sientes ningún dolor en absoluto, pero sí molestia. Pues bien, ese lápiz era como una mosca gigante que aterrizaba en mi cabeza una y otra vez a intervalos regulares.
Convencido de que estaba tratando con un loco, traté de escapar. Pero el hombre me siguió sin decir palabra, mientras me golpeaba. Así que empecé a correr. El pobre hombre no podía seguirme, estaba jadeando y resoplando, por lo que pensé que si yo seguía obligándolo a correr, mi torturador caería muerto allí mismo. Ralenticé el paso. Lo miré. No había ni rastro de gratitud ni de reproche en su rostro por haberlo esperado. Se limitó a golpearme en la cabeza con el lápiz. 
Pensé que era mejor volver a casa. Él, sin dejar de pegarme con el lápiz. Todo el mundo se volvía estúpidamente a mirarnos. Se me ocurrió decirles: ¿Qué estáis mirando, idiotas? ¿Nunca habéis visto a un hombre golpear a otro en la cabeza con un lápiz? Pero se me ocurrió que probablemente nunca lo habrían visto.
Cuando llegué a mi casa, traté de cerrarle la puerta en las narices. Pero él puso el pie en el portal y logró pasar. Desde entonces, no ha dejado de golpearme en la cabeza con su lápiz. Hasta donde yo sé, nunca come ni duerme. Su única actividad consiste en pegarme. 
Le he pedido, en muchas ocasiones y en todos los tonos posibles, que me explique su comportamiento, pero ha sido en vano, él ha continuado sin hablar golpeándome en la cabeza con su lápiz. Muchas veces le he golpeado yo, pero él acepta dócilmente mis ataques como si fueran parte de su trabajo. A pesar de su falta de necesidades fisiológicas, sé que cuando lo golpeo él siente dolor. Sé que es mortal. Pero no sé si después de muerto seguiría golpeándome la cabeza con su maldito lápiz.
Por otro lado, recientemente he llegado a la conclusión de que no podía vivir sin esos golpes. Ahora, cada vez con mayor frecuencia, padezco una ansiedad derivada de la idea de que este hombre, tal vez cuando más lo necesite, partirá y ya no volveré a sentir su lápiz en mi cabeza.

Sexo pasado no mueve molinos


Tanto insistía en ver fotos de cuando era pequeña que su novia tuvo que terminar enseñándoselas. 
Al verlas no pudo reprimir las lágrimas. 
Realmente era una ricura. 
Un muchachito verdaderamente encantador.

Amor y odio

Hay un sentimiento más fuerte que el amor: el odio. Ché Guevara decía que mayor que el amor a la libertad es el odio a quien te la quita, y creo que tenía razón. Nos mueve el odio, pero cabe esperar que ese odio sea  hacia la injusticia, la desvergüenza y la ruindad. A por ellos, que son pocos y cobardes.

Mentir

Para mentir hace falta que uno mienta y que otro escuche.
Lo dijo el gran filósofo de nuestra era Hommer Simpson.