Tenemos que hablar (versión con final feliz)

Es cierto que ya no era joven, que su cabello escaseaba, y que le había crecido una barriguita notable, pero, a pesar de la inercia del tiempo que patina cualquier relación, seguía enamorado de la mujer con la que se casó. Por eso cuando aquella mañana ella le espetó un "tenemos que hablar", se puso nervioso, no dejó de pensar que si ella necesitaba contarle algo importante, era sin duda que se había cansado de él. Y claro, era culpa suya, por no cuidar de las cosas, por dejar pasar el tiempo pensando que la seguridad de su compañía sería eterna. Volvió deprimido del trabajo, y al sentarse a la mesa a comer, ella, sin más preámbulos, y tal como él se lo había imaginado, le dijo que había conocido otra persona. Él se quedó mirando fijamente el plato de sopa, sin atreverse a levantar la cabeza, a enfrentarse a ella, intentando no pensar en lo que significaban aquellas palabras. Ella alzó la voz para preguntarle: -¿me me estás escuchando? Él siguió sin contestar, sin querer oír. Entonces ella dijo: Préstame atención porque no lo voy a repetir y necesito que me contestes de forma clara: ella se llama Matilde y mi pregunta es si te gustan los tríos.

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