Carmelo Viudez: elogio de la bonhomía (de la serie Amigos Artistas)

Es una buena recomendación hacer caso de las primeras impresiones. Cuando uno ve la obra, cualquiera de ellas, y más si conoce al personaje que es Carmelo Viudez, las primeras palabras que vienen a la mente son sinceridad, naturalidad, bonhomía. Porque su obra tiene la sincera naturalidad que sólo se consigue tras dominar ampliamente la técnica, tanto la del dibujo, como la de la pintura, como la del grabado. Una obra que confirma la natural tendencia de Carmelo en la búsqueda de lo verdadero, lo bello y también lo bueno. Con una aparente sonrisa sobre su rostro que parece reflejar el regocijo de su coexistencia pacífica, Carmelo constituye una especie de artista bastante peculiar en el panorama actual, que sin duda tiene mucho por contar. Carmelo es capaz de ver mucho, o como se suele decir, es alguien con mucha vista. Pero no sólo alcanza a ver el arte a su alrededor. Por mis conversaciones con él, sé que también ve bien los paisajes sociales, políticos y económicos. Tiene buena vista, no solo por tener buenos ojos, sino también por saber dirigirlos y utilizarlos. Carmelo ve bien porque sabe mirar, ha aprendido a mirar. Debo advertir, a modo de moraleja, y como ya se ha mencionado, que en general, por buenos ojos que se tenga, si no se sabe educarlos con esfuerzo, las miradas serán casi siempre mediocres. Así que no debe caerse en el engaño de que la sincera naturalidad del trabajo de Carmelo no esconde detrás una perfeccionista formación. Es su saber hacer el que produce la fascinación de materializar y recoger esos rayos de tan efímera luz natural. Es su saber hacer el que produce que en sus trabajos se desgarre la vida de una manera simple, fácil, lógica. Porque al fin y al cabo, en la técnica, en la temática, en el resultado final, Carmelo es un hedonista, un artista que regresa al primitivo mundo a rescatar la abstracción del goce de la creación, que reniega de su responsabilidad y compromiso para con el tiempo. Y no es que sea ingenuo, simplemente Carmelo, como su obra, existe y deja existir. En Carmelo Viudez, al igual que en las leyes de la naturaleza, todo es sincero y natural. En él la vida no es artificio insensible, por eso cada uno de sus trabajos parece un desagarro pulcro de la complacencia del espíritu. Pero recuerden: hay que saber hacerlo así.

0 comentarios:

Publicar un comentario