Experiencia campestre

Después de cargar las veinte toneladas de equipamiento de montaña, escalando los empinados montes con la única recompensa de ver el tremendo culo de su amiga precederle (eso y alguna que otra piedra desprendida impactando en su boca); después de montar la tienda de campaña mientras su amiga descansaba sobre la hierba, para que una vez terminada ella le proponga dormir fuera, bajo las estrellas; después de sentir el olor de la piel de su amiga que duerme a pierna suelta junto a él, mientras que en sus pantalones se levanta otra tienda de campaña, mejor plantada, que no le deja pegar ojo; después de todo eso, se sintió legitimado para cogerle la mano a su amiga y, sin despertarla, acercarla a su miembro. Lo malo es que su amiga, adormilada, al tiempo que gritaba ¡un bicho!, le estampó la bota de clavos en la entrepierna.

1 comentarios:

Julio Alcalá Neches dijo...

Debe ser por eso que hay clubs sólo para hombres, ya que hay señoras incapaces de respetar a los otros miembros, cuando menos de hacerles algún que otro homenaje, gustando sólo de las miembras.

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