Una cervecita, por favor.


A veces bebo en casa, lo confieso. No siempre, pero sí de vez en cuando. Venía del trabajo en mi coche, derrotado, cansado, y lo único que me motivaba en esos minutos era la cervecita que me tomaría al llegar a casa. No se trata de alcoholizarse, si no de que a veces, hoy por ejemplo, tras un día de mierda, es necesaria una cuota o como diría algún químico, una alícuota de alcohol en sangre para que el descanso sea pleno. Y realmente se siente uno bien, mejor que tomársela en un pub, o en algún antro de mala muerte, pues estás en tu casa. No tienes que conducir de vuelta a casa, pues estás en ella. Y puede coronarse el final del día antes de ir a la cama con algunas generosas y agradables ventosidades orales sin perjudicar a nadie, pues estamos en lo más íntimo de nuestro hogar dulce hogar.

1 comentarios:

Rafa Jinquer dijo...

Me resulta difícil de imaginar que tanto desparramo de cerveza no haya sido intencionado.

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