El saber y el morir


En el antiguo Oriente existía la creencia de que, segundos antes de morir, a la mente de los hombres acudían las percepciones, conocimientos o las ideas más brillantes a las que un ser humano podía aspirar. Guiándonos por esta aseveración, el más torpe de los hombres podía concebir la teoría de la relatividad, saber dónde está el Santo Grial o entender el amor. Sólo por eso, valdría la pena morir, o al menos no sería tan indeseado.

1 comentarios:

Rafa Jinquer dijo...

puestos a creer, yo creo en la continuidad, aunque no soy creyente, por la cual se agradecen estos telegramas de contundencia, como base del salero irónico habitual.

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