La venganza de Esteban

Publicado en Castelló al mes, diciembre de 2013.
Esteban Hernández murió a los 82 años de edad, sólo doce semanas después de casarse con Consuelo Blanco, de 24 primaveras, dejando a su nueva esposa, actual viuda, más de un millón de euros en herencia, producto del trabajo de toda su vida como zapatero. He de aclarar que comenzó como zapatero, siguió vendiendo zapatos y acabó teniendo una cadena de tiendas, fruto, como decía, del trabajo de toda su vida, y de un pellizco obtenido en la lotería de navidad, lo que demuestra una vez que nadie se hace rico trabajando. Pero eso es otra historia.
Esteban Hernández y Consuelo Blanco se habían conocido sólo dos semanas antes de la boda, cuando ella, que entonces era medianamente famosa en el mundo del espectáculo (sector striptease, especialidad barra americana)  por su nombre artístico, Sue Blanche, tropezó mientras transitaba voluptuosa por la pasarela de moda de un desfile benéfico, a favor de las mujeres perjudicadas por negligencias médicas en operaciones de aumento de pecho. Vestida sólo con la ropa interior de la diseñadora Carla Rouge, perteneciente a su nueva colección burlesque, el rompimiento del tacón de aguja de uno de sus zapatos marca Hernández (razón por la cual el anciano Esteban tenía un asiento preferente) la lanzó de cabeza a la entrepierna del zapatero.
Puede que Esteban Hernández viera en lo curioso del encuentro, y la postura, una promesa de goce futuro, o que Sue Blanche lo tuviera todo previsto, pero el caso es que al cabo de dos semanas, y con el original nombre de Consuelo Blanco recuperado, ambos contraían matrimonio en el salón de plenos municipal.
Los conocidos de Consuelo intuyeron que ésta había obviado la diferencia de edad por el interés de la cuenta corriente de Esteban. Los conocidos de Esteban también lo sospecharon, pero callaron pues era el hombre un señor taciturno, de genio irascible, maleducado, rencoroso y vengativo en extremo, un ogro inaguantable, vamos, razones por la que pensaron que si Consuelo lo soportaba, bien tenía ganada su pensión.
Poco tuvo que aguantar Consuelo puesto que, como ya he anunciado al principio de este relato, Esteban murió una docena de semanas después.
En el camino hacia el cementerio, y detenida la comitiva en un cruce antes de acceder al camposanto, el coche fúnebre fue violentamente embestido por detrás por una camioneta azul. No diré nada del causante del accidente pues fue ya investigado por la Guardia Civil, y multado por su imprudencia, sin que su intervención en esta historia tenga más importancia. Lo que sí es relevante es que el féretro que albergaba a Esteban Hernández no había sido asegurado correctamente y salió volando hacia adelante a consecuencia de la violencia del choque, golpeando a la hermosa Consuela en la parte posterior de la cabeza, y matándola irresoluble e instantáneamente.
La investigación policial posterior reveló que no era la vejez la que había matado al señor Hernández, sino una acumulación de arsénico en sangre que alcanzaba niveles fatales, producida por un envenenamiento paulatino durante doce semanas. Indagaciones posteriores descubrieron una colección de botellas de arsénico en el basurero de la residencia de los Hernández, con las huellas dactilares de la viuda fallecida.
El comisario Gómez llegó a la conclusión obvia de que Esteban Hernández, haciendo honor a su fama de hombre extremadamente rencoroso, no había perdonado a Consuelo Blanco y se había vengado de su mujer volviendo de ultratumba y matando a su propia asesina. Y es que de cada cual hay que esperar justo lo que todos esperan.

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