El derecho a ser feliz

La firmeza moral es una variante de la vanidad, una manera de sentirse excepcional, de fingir ante ti mismo que aunque seas un salido, por ejemplo, eres especial. A todos nos gusta sentir que la realidad choca contra el muro de nuestra integridad. Es la voluptuosidad de los mártires, el gusto que da saberse ejemplar. Pero me apetece, por una vez, dejar de ser íntegro, o dejar de intentarlo, lo que es un paso más en el ascético viaje hacia la perfección. Quiero la felicidad de los simples, dejar de crearme problemas por la necesidad de solucionarlos. Quiero una felicidad elemental, abrazar la mediocridad y dejar de intentar mantenerme firme como un faro de honradez en un mar de vileza. Reclamo el derecho a relajarme, a descarriarme, a no esperar nada de mi. Ahí está la felicidad, en no esperar nada de ti mismo.

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