Colonoscopia

Mi amigo se tenía que hacer una colonoscopia. Como estaba algo nervioso lo he acompañé al gastroenterólogo, que le dio una receta para un producto que debe aplicarse previamente. Luego fuimos a comprarlo. Viene en una caja lo suficientemente grande como para contener un horno microondas. Voy a narrar a continuación y en detalle la utilización de dicho elemento, pero si usted es aprensivo y no quiere continuar leyendo, por ahora bastará con decir que nunca debemos permitir que caiga en manos de la CIA o Al-qaeda.
El día antes de la colonoscopia, fui a casa de mi amigo para ayudarle en la preparación. De acuerdo con las instrucciones del médico, no podía comer ningún alimento sólido ese día, así que preparamos un caldo de pollo de sobre, que es básicamente agua, sólo que con menos sabor. Luego, por la tarde, abrimos la caja misteriosa. Mezclamos dos paquetes de polvo según el prospecto, en un recipiente de plástico de un litro, y luego lo llenamos con agua tibia. Luego mi amigo tuvo que beberse toda la jarra, lo que le llevó como una hora, pues al parecer la medicina sabe como una mezcla de saliva de cabra y limpiador de suelos, eso sí, con un toque de limón. 
Los efectos secundarios, claramente escritos por alguien con un gran sentido del humor, advertían de la posibilidad de que después de ingerir la mezcla, pudiera producirse una ligera evacuación líquida. Visto lo que le pasó a mi amigo es como decir que si saltas desde el balcón puedes experimentar un leve contacto con el suelo. La medicina es un laxante nuclear. No quiero ser demasiado gráfico aquí, pero, ¿recuerdan haber visto por la tele el lanzamiento del trasbordador espacial? Durante una hora maldices que no se hayan inventado las tazas de váter con cinturón de seguridad. Yo, mientras, repasaba el prospecto médico por si habíamos hecho mal, y descubrí que, no sólo lo habíamos hecho bien, sino que hay que beber una segunda jarra. Supongo que los intestinos de mi amigo viajaron al futuro y eliminaron la comida de los próximos años.
Después de una noche llena de acción, por fin mi amigo se durmió. A la mañana siguiente, lo llevé a la clínica. Luego de firmar muchos formularios reconociendo que entendía y que estaba totalmente de acuerdo con lo que le iban a hacer, se lo llevaron a un cuarto para que se pusiera una de esas prendas de hospital diseñadas por pervertidos sádicos, que, cuando te la pones, te hacen sentir aún más desnudo que cuando estás desnudo.
A partir de aquí tuve que esperar en el pasillo. Me entretuve comentándole a una enfermera las aventuras pasadas la noche anterior. Ella me dijo que algunos pacientes añaden vodka a la solución limpiadora para que sepa mejor. Entonces me imaginé a mi amigo demasiado borracho para llegar al baño. Hubiéramos tenido que quemar la casa.
Cuando salió de la operación, con la mejor de mis sonrisas, le pregunté si quería hablar de ello. Me dijo que no podía, pero no por ser un momento traumático, sino porque no se acordaba de nada, cuando entró en el quirófano sonaba Dancing Queen de Abba (no sé si es la canción más apropiada), el anestesista se acercó a él y mi amigo le advirtió: tómelo con calma, doctor, está yendo audazmente donde ningún hombre ha ido antes. Y luego se durmió.
La verdad es que encuentro ahora a mi amigo mucho más relajado. Él no sabe que en Arkansas, ahora estaría legalmente casado con el doctor.


1 comentarios:

Rafa Jinquer dijo...

muy bueno, mucho, mucho, mucho.
Pero mucho.

Publicar un comentario