Me sorprende la
obsesión que tenemos los seres humanos por etiquetar las cosas y las personas.
Hasta qué extremo llegamos, que cuando nacemos nos ponen una etiqueta en la
muñeca con el nombre y el peso. Y cuando morimos nos ponen otra etiqueta en el
dedo gordo del pie, con el nombre y el peso. Una afición tan apasionante como
loable y metódica, sí señor.
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