Halloween es una costumbre americana, vale, pero también es una noche
feliz para los niños que, alegres en sus trajes terroríficos, van de casa en
casa riendo y pidiendo chucherías. Por eso, a los ochenta y cuatro años de edad, aquel
hombre se había decidido a aceptar el cambio en las tradiciones de Todos los
Santos, y abrió la puerta sonriendo a los tres niños disfrazados que habían
llamado. Pero los niños no querían truco o trato, pedían dinero y cuando el anciano les dijo que
no tenía, le dispararon dos tiros. Es lo que tienen las tradiciones americanas.
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