Quiso grabar el nombre de su amada en la campana más grande
de la iglesia. Le costó, porque para no ser descubierto, cada golpe de cincel
debía coincidir con el tañido de la hora. Sólo adelantaba a medianoche, con las doce campanadas. El
cincelador de la campana maldijo al padre se su enamorada por haberle puesto un
nombre tan largo.
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