De la serie de escritos sobre artistas amigos: Rosana Asensio
Un día Rosana descubrió con entusiasmo la viveza y los recursos del color, las posibilidades inmensas de los pigmentos y otros materiales, la masa compacta y firme sobre el lienzo y la tabla. A veces se acompañaba del collage y también de elementos de madera, cartón o lo que fuera. El resultado fue una pintura abstracta, matérica, rica en elementos que llevaban a una variedad de sugerencias.
Creo que ese día Rosana descubrió su lenguaje plástico, aquel que resolvía la forma de comunicar su pensamiento, porque había hecho suya la máxima aristotélica de que hay que dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no copiar su apariencia. Nada más alejado de la realidad que la apariencia de realidad, la mimética reproducción de la naturaleza y las cosas.
Parece que para Rosana Asensio el arte ha de ir más allá, trascender la mímesis de las apariencias para dar la visión global del concepto.
En su paleta, los colores, sobretodo los metálicos, cobran un protagonismo decisivo, rodeados de una geografía de colores terrosos que inundan la superficie del cuadro.
Es la obra de Rosana, como ella, sutil. En ella la materia se expresa como por las leyes de la magia y la acción del subconsciente. En su pintura la esencia es la propia esencia de la materia, porque en ella está todo y también el todo, a modo de micro-universo.
Es simple, pero está todo pensado. La materia se enseñorea de la composición y el color marca la impronta que define la otra realidad. No es grandilocuente, sino que se recrea en la capacidad interpretativa, plástica.
En el mundo de Rosana Asensio hay materias densas, pesadas, incluso aceitosas como el petróleo, y también materias ligeras y livianas, materias frescas como las plumas que vuelan con el viento sin quebrarse.
En la pintura de Rosana Asensio hay materias que son como el mar, lo que sucede es que ella, al pintarlas, al arrodillarse en la orilla con su pincel, es de las que se deja mojar.
Se moja tanto que se convierte en la misma agua del mar, y lo inunda todo, lo alcanza todo, lo investiga todo, por fuera y por dentro, por dónde la dejes.
Pero con naturalidad, porque Rosana es así, puede mirar donde quiera, mojar lo que quiera, porque lo hace con la sana intención de aprender, de curiosear como una niña sin maldad. Porque lo hace creyendo que todas las personas son como ella, que se deja atravesar sin miedo por el agua que vertemos los demás. Así es la pintura de Rosana, pintura-agua, pintura-tierra, pintura-pluma.
Rosana anda siempre buscando como el agua que no puede estar quieta con el vaivén del barco. Se sorprende ante otras materias que incorporar, ante otras líneas que dibujar, porque su pintura y su vida son un viaje, a veces subterráneo y a veces estelar, a veces acuático y a veces infernal.
Rosana se detiene en ocasiones en su camino, a descansar un rato, porque no camina sola, hay mucho personal a su lado con el que acompañarse, y así repone energías para seguir por otras materias.
Y así es ella, y así es su pintura. Conociéndola a ella, y conociendo su pintura te dan ganas de creer, no sé, en el ratoncito Pérez o en las lunas de queso. O en la gente normal.
La pintura de Rosana Asensio es una constelación de cuerpos celestes, una historia de material reciclado, poesía en un mural de una esquina de un barrio obrero, e incluso, por su afición pajaril a lo brillante, es un manso río donde el sol reverbera cosquilleando los ojos de quienes lo miran.

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