En su último y desesperado intento de aterrizaje, el avión
con los estudiantes del máster de la paz en su viaje fin de curso fue lanzado
fuera de la pista por los fuertes vientos transversales, se dirigió hacia el
acantilado y cayó sin control. Los pasajeros gritaron horrorizados al ver sus
vidas pasar en un segundo, un segundo en el que pareció que el tiempo se
detenía. Y así fue. El tiempo cesó su inexorable marcha por alguna extraña
razón. La puerta del avión se abrió lentamente. La luz que se proyectaba
desde fuera era tan radiante como el sol. Los pasajeros del vuelo vieron como
entraban sonrientes personas de trajes plateados que los tomaban de la mano y
los invitaban a salir del avión. Fueron llevados a un gran salón donde los
estaba esperando una multitud que les aplaudía y vitoreaba como a unos
verdaderos héroes. Y lo eran, pues habían sido salvados de la muerte para poder
cumplir una misión, ser partes de la reconstrucción de la raza humana en un
mundo más allá de todo lo conocido, libres de todos los vicios y la
maldad del nuestro. Serían parte, junto con otros cientos de hombres justos y
buenos, de la formación y desarrollo de una nueva y mejorada sociedad humana,
más allá de los tiempos. En el avión, los hombres de los trajes plateados
completaban la labor colocando cuerpos inertes en los asientos, cuerpos sin
vida, sólo las cáscaras vacías para que nadie preguntara nada, para
que nuestro mundo siguiera su camino sintiéndose solamente un poco
mas sólo.
1 comentarios:
molt bonic, ni aletes has posat.
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