Yo siempre he
sido un buen vecino. De esos que cuando voy a coger el ascensor, si oigo que se
abre la puerta de la entrada, me espero y subo con el recién llegado. Hasta un
infame día de agosto en que al abrir el portal pude escuchar cómo se cerraba la
puerta del elevador. Toda la vida esperando pacientemente a unos y otros y
ahora no esperaban a mí. Enfurecido e
impotente comencé a golpear la puerta al grito de ¡ascensor!. Sangrando en mis
nudillos y mi frente, ese día juré venganza, y desde entonces me siento en las
escaleras a esperar a que entre un vecino para en ese momento cerrar
estruendosamente la puerta del ascensor y pulsar todos los números de los
pisos. A mi venganza dedico los mejores días de mi vida. Y soy feliz.
0 comentarios:
Publicar un comentario