Todas las
mañanas baja corriendo hasta la playa, para ver si las olas han arrastrado
algún objeto que pueda serle útil en su vida: un jirón de vela, unas tablas,
alguna cuerda, incluso algún alimento enlatado. Pero, rara es la vez que
encuentra algo provechoso. Tampoco vislumbra frecuentemente en lontananza la
silueta de ningún barco, y si lo hace, por más que grite y agite los brazos,
nunca le ven.
A veces piensa
en abandonar. Aburrido y descorazonado, a mediodía recoje la toalla y la
sombrilla y se va a la piscina del hotel.
1 comentarios:
Raquear tiene su aquel.
Me sé de quien lo utiliza con metáforas en el mar de los amores hundidos, siempre se puede rescatar algún beso mirada lágrima.
Y después, como bien dices, te vas charco del hotel.
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