Me importa bien poco qué político nos gobierne. De hecho, el empeño de los partidos a la hora de manifestarse de muy distinto y más amable signo, me resulta irrelevante, al fin y al cabo todos practican el antiguo arte del disimulo y la mentira para conseguir el beneficio personal o de su colectivo (¿o alguien duda de eso?.
Sin embargo, me merece más atención el lodo que pisan esos políticos la zafiedad del barro que los sustenta y que
reside en todo títere humano defensor, votante fiel, pelotero aspirante a ser algo, servidor al fin y al cabo, de tan aborrecibles especímenes.
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