Iba caminando
yo por la calle, a las cinco de la tarde, una hora normal y corriente, a finales
de mayo, con el sol declinando tenuemente por detrás de los edificios, cuando
de repente, va y me cae un elefante encima. Un elefante grande, no creáis, de color
gris, grandes orejas y cara de gilipollas, justo encima de mi cabeza. Ante mi asombro,
salgo ileso tras arrastrarme bajo una tonelada de paquidermo, y sigo caminando hasta
el semáforo. Mierda, pienso. Si no me hubiera caído el elefante encima, aun
estaría verde. Puto elefante, seguro que llego tarde a clase de chino mandarín. ¿Alguien ha visto mi tequila? ¿No queda?.
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