Cada vez que entro en una iglesia me dan ganas de ponerme el sombrero, colgarme un látigo al hombro,
cambiar el cáliz por un saquito de arena y huir corriendo y dando volteretas
hasta el bar.
En nómina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
0 comentarios:
Publicar un comentario