Me han solicitado unas palabras que hablen sobre la entrega de un cuadro pintado por Lorenzo Ramírez a la Asociación Gregal y que pasará a formar parte de los fondos de la colección del ejército en Castellón.
El encargo hablaba de pintar el valor de cerca de un centenar de vecinos
de Almassora, Castellón y Vila-real que decidieron unir sus fuerzas un 9 de marzo
de 1810 para enfrentarse a la amenaza que constituía la invasión de nuestras
tierras por las tropas imperiales francesas al mando del mariscal Suchet. No se
trataba de pintar unos vecinos heroicos y verdaderos patriotas, amantes de la
libertad, que dieron su vida por España, sino que se trataba de pintar la
heroicidad, el patriotismo, las virtudes humanas que
adornaron en 1810 a aquel grupo de castellonenses.
Es evidente que aparecen en el cuadro referencias concretas y figurativas
del episodio, como el lugar de la lucha, el antiguo puente de
Santa Quiteria sobre el río Mijares.
Pero no se trataba de sólo
eso. La obra debía trascender de los condicionantes descriptivos, y para eso
debemos apelar a la facultad imaginativa, a la fantasía de los que están ahora
contemplándola y los que la contemplarán después. Si usan su imaginación y su
fantasía lograrán concebir imágenes de cosas que de hecho no están presentes,
pero sobre todo, conseguirán la liberación de la esclavitud del hecho
observado.
Me explico: el artista intenta
que la obra produzca ese efecto en la imaginación del espectador, intenta
plasmar lo que podríamos llamar la consistencia interna de la realidad
imaginativa, y eso, en definitiva, es la esencia del arte. El arte, la
artisticidad, no es más que un eslabón operacional entre la imaginación y el
objeto creativo. Lo hermoso en mi opinión, es que el arte hace necesaria la
participación de todos para ser arte.
Ahora bien, al precisar
de la imaginación de los demás para explotar su condición artística, la obra de
vuelve indiscreta. Indiscreta porque nos pregunta por las más hondas
intimidades de nuestra existencia, por lo que pensamos o sentimos. En un
sentido fundamental y pragmático, un poema, una pintura o una sonata, en lugar
de ser leído, contemplada o escuchada, son más bien vividos.
Viendo el cuadro recordé
lo que llevaba escrito en la camiseta un chico que vi en televisión: “la
visión del héroe es el sueño del cobarde”. Lo que vemos desde el punto
moral en el que nos ubica nuestro ser cuando somos justos y generosos por
encima de todo, lo que sentimos cuando actuamos por un bien común y no en
beneficio particular, la manera en que vemos las cosas desde ese punto elevado en
que nos sitúa la satisfacción, es lo que sueña el que no se aventura a dar el
primer paso, el que se queda escondido, el que no se atreve.
Les decía que la obra
nos debe hacer reflexionar sobre la heroicidad, y nos debe hacer imaginar miles
de cosas. Imaginar el sacrificio doloroso y sangriento de unos chorretones de
pólvora, las vidas truncadas como inacabado está el cuadro, y un fin superior,
bello y feliz. Porque no se puede ser feliz si no se hace el bien.
Los héroes hacen lo que
está bien y saben lo que está bien porque lo hacen por los demás. La mayoría de
los hombres acatan las virtudes como algo ajeno, impuesto, pero en el héroe,
la virtud surge de su propia naturaleza como una exigencia de plenitud y no
como una imposición exterior. El héroe hace las cosas porque quiere no porque
se lo ordenan. Y más en el caso que conmemoramos, cuando las garantías de la
normalidad de la vida en Castellón estaban abolidas por una guerra. En esos
casos nadie puede decidir por nosotros ni está determinado de antemano cual es
el comportamiento correcto que requiere la ocasión, es un ámbito inseguro e imprevisible.
Reitero que el cuadro
es como un poema que se lee de abajo a arriba o de arriba a abajo. La felicidad
basada en el sacrificio abnegado, o el sacrificio abnegado como base de la
felicidad. Y es que el hecho que conmemora el cuadro tiene que tener el sello
de la intensidad, del esfuerzo y de la pasión. Y también de la muerte y el
sacrificio. La presencia de la muerte no es ocasional, sino esencial, porque la
medicina de la inmortalidad de la que este cuadro pretende ser
ingrediente, solo nace de un gran sacrificio.
0 comentarios:
Publicar un comentario