A VECES OIGO COSAS
A veces oigo cosas sobre la típica
abuela-que-se-cuela que me exasperan. No hablo de tu abuela, por supuesto, ese ser
omnipotente, sino de las otras, esas descendientes directas de un Chuck Norris alteradas
por la radiación de Palomares. Esas que huelen raro y te llaman hermoso (cuando
tú sabes, y ella sabe, que te está llamando gordo).
Primero, pongámonos en situación. Yo, por mucha
prisa que tenga, al realizar la compra en el súper, o en la cola para ir a comprar
el abono de las actuaciones de Fira d’Onda, espero pacientemente mi turno. Ella
no, la abuela-que-se-cuela se sitúa estratégicamente entre la persona que va
delante de ti y tu misma persona. Disimulando, va mirando a todas partes menos
hacia ti, y cuando te despistas porque te parece oír la sintonía de El hombre y
la tierra, ¡zas! se cuela delante sin decir nada. Y no hay argumento que valga:
respiras profundamente, le das unos golpecitos en el hombro y con la mejor de
tus sonrisas le dices en un tono elevado para que puedan escucharlo todos los
allí presentes: Señora, ¿se está usted colando? La abuela fingirá estar
sobresaltada como si fueras un ente surgido del más allá que, de repente, se
materializará ante sus ojos, y te responderá recriminándote: ¡Uy hijo, hermoso, qué susto me has dado! No
te había visto. Y no te hará ni caso. Si insistes, ella contraatacará argumentando
que tiene prisa y son dos costas de nada. ¿Prisa? ¿Para ver la telenovela? Yo
tengo prisa, que estoy utilizando mi escaso tiempo libre para ir a comprar.
¡Ella está jubilada! Y la mayoría de las veces te la encuentras luego en la
acera de cháchara con una amiga. La de
la abuela-que-se-cuela es una táctica que, por estúpida que parezca,
funciona bastante bien, porque a mucha gente le da vergüenza llamarle la
atención a una ancianita. Así que te aguantas, y aunque la abuela te introduzca
un palo candente por donde amargan los pepinos, lo único que haces es torcer el
gesto mientras miras al dependiente y le dices: cóbrele, no pasa nada... ¿Cómo que no pasa nada? Si
no reaccionamos siempre nos encontraremos una abuela-que-se-cuela tomándonos el
pelo, desde la oficina de correos a la tienda de pollos a l'ast. En fin, que
todos cumpliremos años y seguro que nos entrará la prisa. Pero recuerden que ser
cafre con los abuelos es tan lamentable como aprovecharse de tener arrugas.
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